SIN LÍNEA Por HORACIO GONZÁLEZ - Linea de Contraste

SIN LÍNEA Por HORACIO GONZÁLEZ

Tlaxcala: el priismo no ha dejado de gobernar

El Partido Revolucionario Institucional (PRI), con esas siglas, ha perdido tres veces la gubernatura del estado. La primera vez fue en 1998 con Joaquín Cisneros Fernández como candidato, la segunda en 2004 con Mariano González Zarur como abanderado y la tercera en 2021 con Anabell Ávalos Zempoalteca.

El PRI se sobrepuso a dos derrotas consecutivas. Cuando recuperó el poder en 2004, no lo hizo por sí mismo ni por su candidato, que fue Mariano González Zarur, sino más bien por los errores del Partido Acción Nacional (PAN), que en aquel entonces estaba en el poder.

En ese año el PAN se dividió con la postulación de Adriana Dávila Fernández como su candidata, debido a que el gobernador Héctor Ortiz Ortiz quiso imponer a un aliado suyo en la candidatura por la gubernatura. Esa división, aunada al error estratégico de empujar a la candidata perredista Minerva Hernández Ramos a declinar a favor de la panista, hizo que el tricolor recuperara el gobierno estatal. Esa declinación dividió al Partido de la Revolución Democrática (PRD) y muchos militantes inclinaron el triunfo al priista Mariano González Zarur.

Sin embargo, aunque las siglas del PRI han dejado de gobernar Tlaxcala, no ha sucedido lo mismo con sus gobernantes. En los hechos, los priistas no ha abandonado Palacio de Gobierno. Alfonso Sánchez Anaya y Héctor Ortiz Ortiz fueron encumbrados militantes tricolores que llegaron a la gubernatura a través de otro partido, y como tales, como priistas de viejo cuño, gobernaron.

Ahora, con las elecciones de 2021, puede suceder lo mismo. Lorena Cuéllar Cisneros fue una encumbrada priista que abandonó las filas de ese instituto político en 2012 porque, dominado en aquel entonces por Mariano González Zarur, no respaldó sus aspiraciones a la candidatura por el Senado de la República, que la llevaría, en consecuencia, a la candidatura por el gobierno del estado en 2016. Por eso se afilió al PRD y desde ahí consiguió su objetivo, aunque en ese primer intento no ganó.

Desde su creación, el Partido Movimiento de Regeneración Nacional se ha alimentado de priistas (de la vieja guardia, sobre todo) que han abandonado las filas del PRI por no encontrar un espacio en candidaturas. De hecho, muchos tricolores se incorporaron primero al PRD, y lo abandonaron cuando Andrés Manuel López Obrador fundó Morena.

El mismo presidente de la República es producto de ese chapulineo partidista. Él se hizo en el PRI de viejo cuño –después pasó al PRD- y como priista de viejo cuño gobierna. El centralismo que existía en los tiempos de Luis Echeverria Álvarez y José López Portillo, regresó por sus fueros con el obradorismo.

El centralismo, la imposición, la opacidad, el avasallamiento, el clientelismo, la corrupción… están de vuelta, aunque quien encabeza el gobierno federal lo niegue una y otra vez.

A pesar de que una nueva generación de jóvenes priistas regresó al PRI al poder presidencial después de 12 años, esa nueva generación no cambió el ADN tricolor que traía en sus venas. Por eso la corrupción imperante durante el sexenio de Enrique Peña Nieto se dio de manera rampante y hasta con descaro. De ese priismo viejo aprendieron Vicente Fox y Felipe Calderón, y por eso el PAN fracasó como gobierno.

De ese priismo llegaron en su oportunidad Alfonso Sánchez Anaya y Héctor Ortiz Ortiz. Y de ese priismo llega Lorena Cuéllar Cisneros. Las siglas de Morena llegan ahora, como en su momento llegaron las siglas del PRD y del PAN. El priismo, sin embargo, no se ha ido de Tlaxcala.

Ese es el reto de Cuéllar Cisneros: demostrar que encabeza un nuevo proyecto, diferente del que ella misma ha formado parte durante su larga carrera política.

Falta mucho por venir, sin embargo, los asomos del gobierno que se aproxima ya dejan ver su talante. Habrá obediencia ciega al Tlatoani que reina desde Los Pinos. Ya se verá qué medidas políticas y administrativas se obedecerán ciegamente durante los próximos meses y años, pero el inicio no augura algo bueno.

Lineazo: La Ley de Medios de Impugnación para el Estado de Tlaxcala establece el 15 de julio para que el Tribunal Electoral de Tlaxcala (TET) resuelva todas las impugnaciones que tienen que ver con los cómputos, entrega de constancias de mayoría, asignación de diputaciones y regidurías de representación proporcional y nulidades.

Sin embargo, el artículo 12 de la Ley Orgánica del TET precisa diferentes fechas: para la elección de diputados locales a más tardar el 22 de julio; la de gubernatura a más tardar el 15 de julio; para la de ayuntamientos a más tardar el 29 de julio; y para presidencias de comunidad a más tardar el 5 de agosto.

Es la hora, sin embargo, que el Instituto Tlaxcalteca (ITE) sigue remitiendo expedientes de impugnaciones al TET, sin que se sepa el motivo de su tardanza en hacerlo. El caso es que los tiempos se reducen notoriamente para el órgano jurisdiccional. Más aún porque será hasta el 22 de julio cuando el Instituto Nacional Electoral (INE) emita sus dictámenes sobre los gastos realizados en campaña por los candidatos.

Algo de esto pudo haberse salvado con una reforma electoral. La actual Legislatura tuvo tiempo para hacerla, pero no pudo. La incapacidad política de quien encabezó esos trabajos fue uno de esos motivos. Pues bien, a partir de septiembre la responsable de esa frustrada reforma electoral será diputada federal. Es petista y se llama Irma Garay Loredo.