Elevar el discurso político Por Viviana Barbosa Bonola
Elevar el discurso político
Durante toda la campaña he hablado de elevar el discurso político, de la responsabilidad histórica que tenemos como la primera generación de mujeres candidatas que compiten para el Gobierno de Tlaxcala, de la manera en qué podremos o no mirar a las miles de mujeres que vienen detrás de nosotras; por esto es una decepción total ver que muchas de estas candidatas no han estado a la altura de la circunstancia histórica que nos convoca. No me refiero a su participación en sí misma que me parece desde luego loable, sino a la simulación que siguen reproduciendo.
Esto lo digo específicamente por el segundo debate entre candidatas y candidato para el gobierno de Tlaxcala que sucedió este domingo.
Qué falta de honor y sentido común conducen a una mujer a usar falsamente “la sororidad” para engañar no solo a sus votantes y a la ciudadanía, sino, además para burlarse del resto de las y el participante quienes sí queríamos usar el espacio, quienes sí queríamos tiempo para exponer nuestras propuestas y nuestra plataforma electoral.
Becerril debió retirarse del debate, la propia Ávalos debió pedirle que se fuera, porque son estas acciones, estos espectáculos los que han hecho que la ciudadanía este harta de la política. Son estos actos los que han puesto por los suelos el ejercicio del gobierno.
Su participación en el debate lo único que hizo fue evidenciar su ignorancia sobre los procesos electorales, sobre la ley, sobre feminismo. Su participación debió ser descalificada, su participación en el debate fue una paradoja en sí misma y por tanto una vergüenza. Debió haber estado fuera del juego democrático porque esos espacios se supondría que son para exponer ideas, propuestas, y para elevar el discurso político.
Nuestra vida está llena de elecciones, elegimos hacer una cosa u otra, ir o quedarnos, decir la verdad o no decirla, imitar a otros o no. La mayoría de estas decisiones son rutinarias: qué ropa usar, qué desayunar; pero otras más son importantes, fundamentales. Reflexionar sobre estas decisiones es la base de la ética.
La ética es personal, desde luego, pero está fundada sobre valores universales indiscutibles como el respeto a la vida, a la dignidad humana, a la justicia, la honestidad, la responsabilidad.
Ser libre es ser reflexivo.
Ser libre es conducirse con ética y tener honor. Solamente el amor al otro y a la otra, al colectivo, a Tlaxcala, al bienestar de todas y todos debería conducirnos como candidatas y candidatos.
A mí me da vergüenza la manera en que Liliana Becerril actuó, porque somos miles las que hemos trabajado para que se nos tome en cuenta con seriedad, como profesionales. Me avergüenza que no tenga ética, que no sea libre.
La falta de cultura democrática de la candidata Becerril, el hecho que vaya y venga de un partido a otro sin sostener ningún compromiso y declarando chismes y calumnias muestran desesperación, oportunismo y traición a su partido, militancia y a Tlaxcala.
Tlaxcala está harto de los mismos juegos de siempre, no solo se merece que se eleve el discurso político, Tlaxcala ya lo exige, y lo demostrará en las urnas,votará por el rosa mexicano.