OPINIÓN Y CONTEXTO
Trayectorias marcadas por el oportunismo y la ineficiencia; Yeny Charrez, Manuel Cambrón y Eréndira Jiménez
En el dinámico panorama político actual, se torna esencial discernir entre individuos que persiguen intereses personales y aquellos que se erigen como líderes genuinamente comprometidos con el auténtico bienestar colectivo.
En Tlaxcala, la escena política nos presenta ejemplos que suscitan inquietud, representados por Yeny Charrez, Manuel Cambrón y Eréndira Jiménez, tres figuras que ilustran de manera patente una conducta oportunista y una carencia palpable de logros sustanciales.
Yeny Charrez, cuya notoriedad surge de excesos, parece enfocar su energía en cuestiones personales más que en contribuir al florecimiento de la comunidad. Durante su desempeño en el Centro de Justicia para Mujeres (CJM), sus acciones evidenciaron un desinterés por el bienestar de las mujeres. Además, sus gastos superfluos con fondos públicos sugieren un patrón de comportamiento que, lamentablemente, no aboga por el genuino progreso que tanto pregona.
Por otro lado, Eréndira Jiménez, autodenominada activista, durante su periodo como diputada local, careció de propuestas tangibles. Su estrategia actual de mantener una postura constante de crítica hacia el gobierno actual parece más un intento calculado de ganar visibilidad mediática que un esfuerzo auténtico por impulsar mejoras concretas.
No obstante, su fracaso en la candidatura a la gubernatura arroja dudas sobre sus motivaciones, insinuando un anhelo por un puesto político y, al no conseguirlo, la adopción de una postura contraproducente.
Manuel Cambrón Soria sobresale por su falta de acción legislativa constructiva. En lugar de proponer soluciones a las problemáticas tlaxcaltecas, su papel como diputado local se caracteriza por la torpeza. Su contribución, más evidente es ser un protagonista con nulos resultados.
En definitiva, Yeny Charrez, Manuel Cambrón y Eréndira Jiménez encarnan la estampa de políticos oportunistas, cuya búsqueda del beneficio personal parece estar por encima de los intereses reales de la comunidad tlaxcalteca.
En vista de la perspectiva de confiar en estas figuras, resulta imperativo escrutar con minuciosidad las intenciones que animan sus acciones. Organizar una marcha que congregue a voces resentidas contra el gobierno, en un esfuerzo por destacar y obtener exposición mediática, solo confirma sus motivaciones superficiales.
Los ciudadanos, en última instancia, deben sopesar con cautela antes de depositar confianza en estos individuos, cuyos actos distan visiblemente de representar los verdaderos intereses de los tlaxcaltecas y, más bien, sugieren una búsqueda de notoriedad personal en lugar de una dedicación genuina al servicio público.