SOCIOLOGIZANDO Por CLAUDIO CIRIO ROMERO
Las ausentes del 68
Luego de leer Ellas las mujeres del 68 (Ediciones Proceso, 2019) de Susana Cato, y emocionarme con las historias de veinte y más mujeres y hombres que vivieron el movimiento estudiantil popular de México en 1968, que en él se recopilan, dejo un prejuicio a un lado y me pregunto por qué la narrativa general sobre el caso las invisibiliza tanto.
Y digo veinte y más mujeres y hombres, porque si bien el libro se divide en 18 apartados en unos de ellos se habla de unas gemelas, cuento que el prólogo lo escribe Elena Poniatowska y alrededor de cada una de esas mujeres de las que se habla, hay más mujeres; madres, hermanas, hijas, amigas, y muchas desconocidas, como la señora que dio refugio en su departamento a varios estudiantes y al amanecer, los acompaña al salir aprovechando que debe ir por la leche.
Recuperando el poema de #RosarioCastellanos, Memorial de Tlatelolco, cuando dice: “¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente nadie”, Poniatowska concluye “Y en esa ausencia también han estado las mujeres. Poco se sabe de su presencia intensa en el 68.”
Pienso que la lista no podía iniciar mejor que con Judith Reyes, considerada la “madre de la música de protesta”, cuya historia dice Cato, “se convirtió en la historia cantada de los rebeldes mexicanos.” Quien logró grabar sus canciones del 68 hasta 1974.
Elisa Ramírez, poeta y socióloga, dice que “con el 68 no lloró, pero con Ayotzinapa sí”, vivirá once años enamorada del pintor Francisco Toledo en Oaxaca. La actriz María Rojo, protagonista de la película sobre el tema, #RojoAmanecer (1989), cuenta que esta quiso ser censurada en pleno salinato, y requirió la intervención de Gabriel García Márquez. #RinaLazo, pintora, muralista, arrestada por firmar un desplegado de un Comité de Intelectuales, Artistas y Escritores, a favor del movimiento estudiantil, cuenta que en la cárcel conoció a Mika Seeger (hija de #PeteSeeger, cantante de protesta norteamericano) que acompañaba a su novio a las marchas. Eufrosina Rodríguez, maestra normalista en aquellos tiempos, recuerda el 2 de octubre “marchar en fila, con las manos en la nuca, hacia el antiguo Convento de Santiago Tlatelolco, mientras los bomberos limpiaban de sangre la plaza…”
Claudia Calderón, arquitecta, tenía siete años en 1968, pero recuerda como una pareja amiga de sus padres fue detenida la vez que el ejército entró a CU, y fueron llevados a la cárcel donde estuvieron tres años. María García se “convirtió en fotógrafa en 1968”, dice Cato, ante la ausencia del país de su esposo, fotoperiodista de profesión, dejó de ser “modista y ama de casa”, ya que desde su balcón veía las marchas y se dijo, “Creo que esto es importante, pensé. Y empecé a tomar fotos.” Martha Arias Carrera, cultora de belleza, el dos de octubre de 1968 celebraba en su casa, siendo ella pequeña, el cumpleaños de su padre y no olvida que siendo niña vio rojas las escaleras que hoy ve todos los días frente a su estética. Patricia de los Ríos, socióloga, de entonces quince años, llegó a ser esposa de #CarlosSevilla, líder del movimiento estudiantil, dice que “Siempre he estado cerca de la izquierda. He ido a decenas de manifestaciones en mi vida, llevé a mi hija desde pequeña; pero nunca como en 1968.”
Margarita Castillejos, maestra en demografía médica, esposa del actual secretario de Salud del gobierno de AMLO, Jorge Alcocer, cuenta que su madre, la abogada Adela Salazar, fue llevada a la cárcel, igual que su padre Armando Castillejos (que escribió el libro Un proceso ignominioso). Dice que “Fidel Velázquez en persona dio la orden en contra de que mi mamá saliera. Pagaba así su apoyo de años a los sindicatos independientes.” Beatriz Ramírez, historiadora, cuenta que su hermana Arcelia, estudiante de contaduría, durante la masacre del 2 de octubre, “avanzaba pecho a tierra… Yo ya había perdido un zapato, y vi a todos con un zapato sí y otro no.”
#OliviaRevueltas, jazzista e hija de José Revueltas, era en 1968, “una niña rebelde”, cuenta respecto a él que “Ir cuando estaba en huelga de hambre (en Lecumberri) era sostenerte con valentía y decirle con los ojos, con la actitud ´no te quiebres papá´ cuando uno estaba roto.” La poeta uruguaya #AlciraSoustScaffo estuvo doce días en un baño del octavo piso de la Torre de Humanidades, el escritor #RobertoBolaño la retrato en una novela, Revueltas dijo de ella que fue “una leyenda insensata y transparente”. Cristina Barros, nieta de Justo Sierra e hija del rector #JavierBarrosSierra, afirma que “la participación femenina en el movimiento fue muy amplia y también se transformó la mujer, nos transformamos.” La poeta y antropóloga Mariángeles Comesaña dice en su poema-crónica 2 de octubre no se olvida: “Yo tenía clavada la mirada de Guita / perdida en la muchedumbre, / la figura de Miguel Ángel Salboch que pasó frente a mi / como un relámpago / La de Javier, Maribel, Lucinda, Angelita, Gracia Leda, / los integrantes de mi Brigada Miguel Hernández. / Y todos nosotros salvamos la vida.”
Ana Ignacia Rodríguez, “La Nacha”, debe ser de las mujeres más conocidas del movimiento, dice que no se arrepiente de lo hecho en 1968, que fue detenida tres veces, pero que su madre sólo se enteró de la última. Cuenta que el dos de octubre, “…una mano con guante blanco le tapa la boca al orador y lo tira (¿era mi camarada #DavidVega?)… Nosotras, (ella y su inseparable amiga en Derecho, La Tita) logramos escapar, pero lo que vimos no se nos escapa de los ojos nunca.” Herlinda Sánchez Laurel, pintora, dice que, en su escuela de arte, La Esmeralda, durante el movimiento hizo “grabado, carteles y folletos…grandes mantas que llegaron a tener unos dibujos fascinantes.” Antonia Candela, física de profesión, cuenta que para ella “todo era parecido a un limbo después del 2 de octubre” y “estuve pensando muy seriamente irme a la guerrilla.”
Apretado resumen he tenido que hacer. Termino con el verso final de la canción Aves nocturnas, de Ismael Colmenares, del grupo Los Nakos, en el que menciona nombres de mujeres que conoció en el movimiento del 68: “Digo que ese 30 de septiembre / del año sesenta y ocho / decidieron caminar. / Aves nocturnas nacerán, / buenas ojeras costaran / y así quisieron cabalgar, / montar así su libertad.”
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