SOCIOLOGANTE Por La Dra. ELSA MARTÍNEZ FLORES - Linea de Contraste

SOCIOLOGANTE Por La Dra. ELSA MARTÍNEZ FLORES

A LA VENTA TUS DATOS PERSONALES

En la era digital, las interacciones más íntimas desde los gustos y emociones hasta las búsquedas por redes sociales, se han convertido en datos que las plataformas recopilan. A través de diversos fragmentos de la vida que las comparten, las empresas logran acaparar la información personal.

Cada clic, cada desplazamiento de pantalla, alimenta un sistema económico que opera a partir de la vigilancia digital. Se monitorean comportamientos y reacciones ante lo que las plataformas ofrecen. Lo íntimo y personal, se convierte en mercancía.

Este fenómeno no se limita a las redes sociales: también habita en nuestros relojes inteligentes, asistentes virtuales y otras tecnologías. Incluso las emociones que compartimos en línea son capturadas, analizadas y utilizadas para fines comerciales. Todo gesto digital es potencialmente rentable.

La socióloga Shoshana Zuboff denominó a este modelo como “capitalismo de vigilancia”, el cual no solo predice las acciones, sino que busca moldearlas. En este contexto, la privacidad deja de ser un derecho y se transforma en un lujo. La libertad de decidir se ve comprometida por la lógica de los datos.

Frente a este escenario, surge la pregunta: ¿qué tan voluntaria es la exposición digital en las personas? Cuando se dan cuenta, ya pasaron más de 40 minutos al día en redes sociales o en otras plataformas que capturan la información que debería considerarse íntima.

Recientemente, empresa Meta estableció una función denominada “Tu tiempo en Facebook”, ubicada en el apartado de configuración y privacidad. Ahí se puede consultar el tiempo de uso de la red, y también administrar o establecer límites. Sin embargo, ¿Cuántas personas realmente ocupan esta función? ´

Establecer un equilibrio en el uso cotidiano de las redes sociales, no sólo Facebook, es complejo, pero necesario. Aún es posible exigir regulaciones, repensar hábitos digitales y defender espacios de intimidad. La solución no es abandonar la tecnología, sino utilizarla con sentido crítico.